
Supongo que no todos hemos tenido la oportunidad de mirar a los ojos a una vaca, pero son muy lindos y parecen humanos. Yo vengo de una familia de campo, acostumbrada a la conversación de sobre mesa y a los asados, cuando un invitado llegaba a casa era una manifestación de cariño sacrificar a un cordero; es difícil poder olvidar un grito casi humano.
Pero lejos de la sensibilidad que me representa y motiva, existen otros discursos más racionales.
La sobre producción de animales y las malas condiciones en las que estos se mantienen, los hacinamientos, las hormonas y las circunstancias en las que se les da muerte, representan uno de los argumentos más masivos para no comer carne, puesto que muchos plantean que si los animales pudieran desarrollar una vida normal y en el caso de los chanchos revolcarse en el barro todo lo que quieran, no habría mayores problemas, cada sujeto mataría su bocado.
Pues tal como lo plantea Peter Singer en “Liberación Animal”, texto y autor de referencia para cualquier persona que se jacte de ser vegetariano, una de las principales razones para comer carne, es la disociación mental que hacemos del animal con la carne y que decir, del animal con la comida, es por esto que hace hincapié en las diferencias lingüísticas que se establecen, por ejemplo, entre pez y pescado.
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